Este nuevo suicidio nos tiene que recordar que no se puede normalizar el ataque a la dignidad de las personas que son los desahucios, que ya ha truncado demasiadas vidas
La PAH de Barcelona queremos expresar nuestra más profunda indignación y nuestras condolencias a sus personas cercanas, por el suicidio de un hombre de 73 años tras ser desahuciado y reocupar el mismo piso en el Raval de Barcelona el pasado jueves 12 de junio de 2025.
Casi un año después del suicidio de dos hermanas en el barrio de Sant Andreu, este triste episodio muestra, una vez más, que el sistema no funciona ante la cruda realidad de personas mayores, vulnerables, que carecen de red de apoyo y sienten que no les queda otra salida. Un vecino relató que el afectado “iba diciendo que entraría otra vez, y si le echaban, se tiraría”. Eran advertencias explícitas de un sufrimiento que no fue contenido.
Ante este nuevo asesinato en nombre de la especulación, denunciamos la violencia explícita de los desahucios y a un sistema que mata a la población pobre para seguir alimentando a quienes se lucran a costa de nuestras vidas. No es una desgracia aislada, es una consecuencia directa de la falta de viviendas sociales, moratoria efectiva de desahucios y apoyo real a las personas en situaciones extremas. Todo producido por unos gobiernos incompetentes y unas administraciones inoperantes que permiten que se ejecuten los desahucios sin asegurar alternativa, empujando a las personas a situaciones tan extremas que demasiadas veces la única salida que encuentran es la del balcón. Todo esto pasa avalado por un sistema judicial sin ningún tipo de empatía, incapaz de valorar las pérdidas humanas, por evitar las pérdidas dinerarias de los propietarios. A este conjunto de gestiones criminal hay que sumarles que el compromiso con el derecho a la vivienda y la sangrante emergencia que empuja hasta la más dramática de las salida, solo pasa por titulares de ”queda bien” y por recortar leyes que evitan estas situaciones, o herramientas para sumar vivienda pública como el 30% en el caso de Barcelona.
En definitiva, el miedo a perder el hogar, nuestro eje principal de vida, genera altos niveles de estrés y ansiedad que, a menudo, derivan en trastornos del sueño, depresión e incluso pensamientos suicidas. Esta constante incertidumbre también puede afectar la salud física, debilitando el sistema inmunológico, agravando enfermedades crónicas en caso de tenerlas o generando nuevas. A esta realidad se suma la falta de seguimiento adecuado y de herramientas eficaces por parte de la administración pública para acompañar a las personas en riesgo, lo que agrava su vulnerabilidad. La ausencia de apoyo psicológico, orientación social y soluciones habitacionales sostenibles deja a muchas familias desamparadas, aumentando el riesgo de conductas autodestructivas y suicidios evitables. Esta falta de soporte institucional pone en relive la importancia de participar en lo colectivo y nutrirse del apoyo mutuo y la defensa organizada que ofrece La PAH y el movimiento por la vivienda en general, así como otros espacios de autogestión social que dan alternativas reales a la dejadez administrativa e institucional.
No nos cansaremos de decir que ¡No son suicidios, son asesinatos! y no podemos permitir que queden en una nota a pie de página. Desde La PAH seguiremos exigiendo y movilizándonos hasta que las instituciones garanticen dignidad, casa y vida a las personas, mientras las señalizamos como culpables, cómplices y verdugos.